Lunes de principios de febrero. Nueve y media de la mañana. Sentado en un banco del andén de la estación espero el tren de cercanías que me llevará al trabajo.
Como siempre en uno de los “no-lugares” que tan bien describe el antropólogo francés Marc Augé, leo, dotando de contenido ese espacio de paso.
Leo un libro grande y grueso de más de ochocientas páginas.
Se trata de una obra de Collen McCullough, sí, la autora de El pájaro espino, ambientada en la roma anterior al Imperio.
¡Bingo! Es El primer hombre de Roma, la primera de la saga.
Dado que no es un libro que te leas en un par de trayectos de 20 minutos en tren para protegerlo lo llevo forrado con un plástico.
Hasta aquí nada extraño. Hoy leo una saga de la Roma Imperial, hace unos meses leí otra sobre los Lancaster, una sobre el final de la dinastía de los Capetos y antes la de Juego de Tronos…
Con una pequeña parte de mi cerebro pendiente de la llegada del tren y el resto de mi ser paseando por Roma junto a Cayo Mario sorprendiéndome de las maldades de Lucio Cornelio Sila me olvido del resto del mundo. Para eso leemos: para vivir lugares, épocas y situaciones que no podríamos disfrutar de otra forma.
De repente alguien, un hombre mayor creo, se me acerca y, con tono tranquilo me pregunta:
- ¿Me puedes decir qué estás leyendo?
Bruscamente soy arrancado de Circei donde Sila está a punto de cometer un crimen horrible…
- ¡PUES NO!- espeto con un ladrido.
El desconocido que percibe mi incrédula mirada trata de arreglar el desaguisado. Demasiado tarde. Ha tenido la mala suerte de toparse con un tauro, un lunes, a una hora demasiado temprana y sorprendido. De ahí no puede salir nada bueno.
- Tranquilo, no te voy a hacer nada. Es sólo para apuntar el título y meterlo aquí- señala un aparato de esos digitales en los que algunas personas leen.
- ¡Por supuesto que no me vas a hacer nada! ¡Pues sólo faltaría que lo intentases! Pero no te voy a decir lo que estoy leyendo. No te conozco de nada.
Me giro y vuelvo al camino de Circei con Sila. He perdido demasiado tiempo. El desconocido se marcha. Supongo. O no. Tanto me da.
Llega el tren y mientras me acomodo en el asiento pienso atónito en la escena que acabo de vivir. Estoy muy enfadado con el desconocido de marras. “¿Pero qué se habrá creído? Ir preguntando a personas desconocidas lo que leen ¿¿¿a quién se le ocurre???
Tal vez he sido un poco borde pero es que me ha pillado por sorpresa con la guardia baja que si llego a tener más tiempo le abro la jaula al “Lobogrino” y este tío se entera. ¡Pues sólo faltaría!”
A medida que pasa el tiempo voy intentando ver la escena desde la distancia. Me he sentido violentado, atacado en la intimidad más recóndita. Si el buen hombre me hubiese preguntado dónde vivo, mi número de teléfono o la talla de calzoncillos que gasto no me habría molestado tanto. Me habría limitado a reír y seguir leyendo sin más.
La escena fue absurda: un tipo lee un grueso libro tapado y otro se le acerca para preguntarle el título. El lector, sin ni siquiera mirarle a la cara, lo despide con cajas destempladas y queda rezongando.
Es evidente que el buen (o no) hombre con la excusa del título del libro quería entablar conversación. O no. Tal vez era cierto lo que me dijo. En ese caso... ¿a quién se le ocurre ir preguntando títulos de libros a desconocidos?..Claro que también cabe la posibilidad de que el individuo creyese, al ver el libro forrado, que se tratase de alguna lectura “prohibida” de alto contenido erótico o similar como para ser mostrada. En ese caso mi negativa le debió doler aún más. ¿O tal vez producir más morbo?..
Y la pregunta clave: ¿por qué me molestó tanto? ¿No le podía decir el título del libro sin más? A fin de cuentas lo acabo de hacer aquí.
¡De eso se trata!
De que para quienes amamos los libros su lectura es algo íntimo que compartimos con las personas que queremos.
Me he dado cuenta que, más allá de la temática, determinados libros los forro si voy a leerlos en los “no-lugares”. Porque quiero que nadie, o las personas a las que yo decido, sepan que estoy leyendo esa historia que en ese momento es especial para mí.
¿Os ha pasado alguna vez?
Algunas manías de los amantes de la lectura son…”peculiares”.
Sugerencia: los lunes y los martes antes de mediodía mejor acercase con cuidado…
Lobogrino en estat pur....
ResponderEliminarIgual es un hombre mayor, que vive solo y que coge el mismo tren que tú todos los días, y siempre te ve leyendo ese libro, tan concentrado, tan dentro del libro, que lo único que quería él era hacer lo mismo que tú haces todos los días...
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