Era mediodía cuando Paco-Me llegó a casa para almorzar como siempre. Pero este día tenía algo diferente. Al entrar en casa se encontró con que su mujer Noa-Cierto estaba más nerviosa que de costumbre. Se le caían las ollas de las manos y en lugar de sal tiraba café en la comida. Cuando su marido le preguntó ella le dijo que acababa de llamar la tutora de su hijo, la maestra de origen árabe Reme-Mora, que siempre se acordaba de todo. Había llamado desde la escuela y sin buscar el número de teléfono. Por lo visto a su hijo de cuatro años, el pequeño Pío-Jo le habían encontrado parásitos en la cabeza.
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Pero si eso no es nada, mujer. Le
ponemos un champú y todo arreglado.
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Sí, pero lo grave es lo otro- Dijo
Noa-Cierto
mientras servía la sopa en la servilleta- Lo grave es que la mayor se ha fugado
y la señorita Reme-Mora cree recordar que hace unos meses le oyó decir que se
iría a escalar con dos amigos suyos.
Efectivamente. Por lo visto la mayor de los cuatro
hijos del matrimonio, la guapa y exótica Ana-Purna se había ido a escalar una
montaña cercana con dos de sus amigos: Pere-Grino, un adolescente
senderista de Barcelona medio en babia y Ale-Jado, el chico casi autista que
se sentaba al final del aula.
Paco-Me dejó la
comida para después y se fue con su mujer a buscar a su hija. Al salir Noa-Cierto
se estampó contra el marco de la puerta como solía hacer.
Camino de la escuela, tras saludar a su vecina la
señora Bea-Ta que volvía de Misa, se encontraron con la cotilla del
barrio que trabajaba de verdulera. Lía-Nta les aseguró haber visto a su
hija subida en la moto del mecánico inglés Desmon-Table y haberse estrellado
contra un murete cercano. Por lo visto el joven Desmon-Table se había
descuajeringado las piernas, los brazos, las amígdalas y el esternón.
Los angustiados padres fueron al hospital. Allí les
atendió el doctor Salva-Ndo mientras curaba a un enfermo moribundo. Este doctor
desconocía tal accidente y eso que había conseguido salvarles la vida a veinte
personas aquella mañana. Pero como tenía mucha gente esperando les dejó con su
enfermera.
La vivaracha Respu-Esta, que siempre lo sabía
todo, los tranquilizó pues estaba totalmente segura que no había habido ningún
accidente.
A nuestros amigos les tocó volver a empezar la
búsqueda. No sin antes pasar por la no muy limpia consulta de la doctora Macu-La
ya que Noa-Cierto al caerse por las escaleras del hospital estaba algo
perjudicada.
Fueron a casa de los padres de Pere-Grino. El señor Pere-Zoso
como siempre estaba descansando de no hacer nada y no se levantó al oír el timbre.
Abrió la puerta su sobrina Visi-Tante que estaba de paso unos
días en la ciudad viendo museos. Cuando la mujer de la casa, la señora Lola-Mento
se enteró, se puso a gemir y a llorar. La pobre.
Estando en esta incómoda situación llegó Pere-Grino
acompañado de su amigo Juan-Ete, al que siempre le dolían
los pies. Venían de clase y no sabían nada. Claro que igual se habían ido a
escalar sin ellos, pues estaba Juan-Ete como para subir montañas…
Los angustiados padres de nuestra protagonista
fueron a casa de su otro compañero: Ale-Jado que vivía en la otra punta
de la ciudad, como era de suponer.
Mientras tanto sus otros hijos habían vuelto de la
escuela. Mari-Quita se puso como cada tarde a disecar coleópteros…y a
ponerlos en cajas de color rosa mientras escuchaba lo último de Madonna...
Su hermano gemelo: Quim-Ico decidió hacer
uno de sus inventos para desparasitar al pequeño Pío-Jo. Siempre tenía a
mano sus probetas y sus ácidos.
Pero la vecina del Quinto, la rubicunda Fina-Da,
que había salido de la cárcel poco antes por haber asestado doscientas
puñaladas a Tami-Zada, su tirana jefa, olió algo extraño por el patio de
luces y avisó a Don Quin-Ono, el señor del tercero primera, que siempre iba en
bata. Este buen hombre envió a su hija Paca-Prendas que estudiaba
magisterio. Paca-Prendas se quedó con los chicos como hacía a veces; pero
les dio una buena reprimenda de lo que podía pasarles si jugaban con cosas
peligrosas.
Entre tanto Paco-Me y su mujer llegaron a casa
de Ale-Jado.
Al llamar Noa-Cierto, como era de esperar, se equivocó y en lugar de
llamar al timbre llamó al buzón. Amablemente les atendió la señora Mar-Tao,
buena amiga de ambos. Tenía mala cara y estaba ojerosa de haber llorado.
Acababa de echar de casa a su marido el señor Teo-Dio ya que le había
pillado en la cama con la secretaria aquella que siempre se reía y además era
grande y peluda: Graci-Osa, creía recordar que se llamaba…Sospechaba que no era
la primera vez.
No sabía nada de Ana-Purna pero Ale-Jado
estaba por algún lugar de casa: perdido en su mundo.
Desolados decidieron denunciar la desaparición. Iban
camino de la comisaría de policía cuando, de la tienda de animales, salió Ana-Conda
con unos ratoncitos vivos para echar de comer a sus mascotas reptantes. Ana-Conda,
que siseaba y escupía un poco al hablar era amiga de su hija. Les dijo que no
se preocupasen que no tardaría en regresar. Por lo visto se había saltado las
clases para ir a la presentación de un libro.
Y así fue.
A las diez de la noche Ana-Purna entró en casa.
Explicó a su familia que había pasado aquel día de San Valentín con su novio
yugoslavo Agus-Tito, con el que estaba tan bien, y con unos amigos.
Por lo visto primero habían estado con su amiga Conte-Mplando
viendo la magnífica tormenta en la bahía. Se les había unido luego el novio de
esta: Tedi-Viertes que se lo pasaba bien siempre con cualquier cosa y
siempre les hacía reír.
Y los cuatro juntos habían ido a la presentación de
la última novela de la escritora portuguesa: Sara-Mago.
Se trataba de la interesante biografía del hermano
gemelo del vigésimo séptimo zar ruso, criado a escondidas en Madeira por un
hijo de sangre de Vlad, el Empalador, con Esberth Bathory, escrita en clave
anarco-burguesa-progre-revolucionaria-fhassion con el sucinto título:
“Pequeña
memoria de Iván-Viniendo: el retorno
duplicado desde la ceguera ensayada de la caverna según la lucidez de Jesucristo”.
Así pues, con las cosas aclaradas Paco-Me
se sentó para la cena y después que Ana-Purna se hubiese
quitado las chirucas y los crampones, que Mari-Quita se hubiera puesto la
mascarilla hidratante de noche, que Quim-Ico hubiese recogido sus
probetas y con la cabeza de Pío-Jo bien empapada en una loción,
sentáronse a la mesa.
Como de costumbre Noa-Cierto sirvió el puré
de patatas en los vasos y por el mantel. Pero no pasó nada: era lo normal.
Las cosas volvían a su sitio después de tanta
aventura.
Si es que a veces la vida es tan sencilla…
…pese a Sara-Mago, por supuesto.
*- Nota: Para la confección de esta his-toria
han sido necesarios 32 personajes ninguno de los cuales ha sido maltratado.
Molt bo ¡¡¡
ResponderEliminarMoltes gràcies. M'agrada que t'hagi agradat. ;-)
ResponderEliminarjajajajjajajaja.... Molt divertit!!
ResponderEliminarGràcies Manu. I gràcies per la correcció. Un petó gran.
EliminarMolt bo, felicitats Montse
ResponderEliminarMoltes gràcies!!!
EliminarMolt bo, felicitats Montse
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