miércoles, 20 de julio de 2016

AVEN-TURA



Era mediodía cuando Paco-Me llegó a casa para almorzar como siempre. Pero este día tenía algo diferente. Al entrar en casa se encontró con que su mujer Noa-Cierto estaba más nerviosa que de costumbre. Se le caían las ollas de las manos y en lugar de sal tiraba café en la comida. Cuando su marido le preguntó ella le dijo que acababa de llamar la tutora de su hijo, la maestra de origen árabe Reme-Mora, que siempre se acordaba de todo. Había llamado desde la escuela y sin buscar el número de teléfono. Por lo visto a su hijo de cuatro años, el pequeño Pío-Jo le habían encontrado parásitos en la cabeza.
-       Pero si eso no es nada, mujer. Le ponemos un champú y todo arreglado.
-       Sí, pero lo grave es lo otro- Dijo Noa-Cierto mientras servía la sopa en la servilleta- Lo grave es que la mayor se ha fugado y la señorita Reme-Mora cree recordar que hace unos meses le oyó decir que se iría a escalar con dos amigos suyos.
Efectivamente. Por lo visto la mayor de los cuatro hijos del matrimonio, la guapa y exótica Ana-Purna se había ido a escalar una montaña cercana con dos de sus amigos: Pere-Grino, un adolescente senderista de Barcelona medio en babia y Ale-Jado, el chico casi autista que se sentaba al final del aula.

Paco-Me dejó la comida para después y se fue con su mujer a buscar a su hija. Al salir Noa-Cierto se estampó contra el marco de la puerta como solía hacer.
Camino de la escuela, tras saludar a su vecina la señora Bea-Ta que volvía de Misa, se encontraron con la cotilla del barrio que trabajaba de verdulera. Lía-Nta les aseguró haber visto a su hija subida en la moto del mecánico inglés Desmon-Table y haberse estrellado contra un murete cercano. Por lo visto el joven Desmon-Table se había descuajeringado las piernas, los brazos, las amígdalas y el esternón.

Los angustiados padres fueron al hospital. Allí les atendió el doctor Salva-Ndo mientras curaba a un enfermo moribundo. Este doctor desconocía tal accidente y eso que había conseguido salvarles la vida a veinte personas aquella mañana. Pero como tenía mucha gente esperando les dejó con su enfermera.
La vivaracha Respu-Esta, que siempre lo sabía todo, los tranquilizó pues estaba totalmente segura que no había habido ningún accidente.

A nuestros amigos les tocó volver a empezar la búsqueda. No sin antes pasar por la no muy limpia consulta de la doctora Macu-La ya que Noa-Cierto al caerse por las escaleras del hospital estaba algo perjudicada.
Fueron a casa de los padres de Pere-Grino. El señor Pere-Zoso como siempre estaba descansando de no hacer nada y no se levantó al oír el timbre. Abrió la puerta su sobrina Visi-Tante que estaba de paso unos días en la ciudad viendo museos. Cuando la mujer de la casa, la señora Lola-Mento se enteró, se puso a gemir y a llorar. La pobre.
Estando en esta incómoda situación llegó Pere-Grino acompañado de su amigo Juan-Ete, al que siempre le dolían los pies. Venían de clase y no sabían nada. Claro que igual se habían ido a escalar sin ellos, pues estaba Juan-Ete como para subir montañas…

Los angustiados padres de nuestra protagonista fueron a casa de su otro compañero: Ale-Jado que vivía en la otra punta de la ciudad, como era de suponer.

Mientras tanto sus otros hijos habían vuelto de la escuela. Mari-Quita se puso como cada tarde a disecar coleópteros…y a ponerlos en cajas de color rosa mientras escuchaba lo último de Madonna...
Su hermano gemelo: Quim-Ico decidió hacer uno de sus inventos para desparasitar al pequeño Pío-Jo. Siempre tenía a mano sus probetas y sus ácidos.
Pero la vecina del Quinto, la rubicunda Fina-Da, que había salido de la cárcel poco antes por haber asestado doscientas puñaladas a Tami-Zada, su tirana jefa, olió algo extraño por el patio de luces y avisó a Don Quin-Ono, el señor del tercero primera, que siempre iba en bata. Este buen hombre envió a su hija Paca-Prendas que estudiaba magisterio. Paca-Prendas se quedó con los chicos como hacía a veces; pero les dio una buena reprimenda de lo que podía pasarles si jugaban con cosas peligrosas.

Entre tanto Paco-Me y su mujer llegaron a casa de Ale-Jado. Al llamar Noa-Cierto, como era de esperar, se equivocó y en lugar de llamar al timbre llamó al buzón. Amablemente les atendió la señora Mar-Tao, buena amiga de ambos. Tenía mala cara y estaba ojerosa de haber llorado. Acababa de echar de casa a su marido el señor Teo-Dio ya que le había pillado en la cama con la secretaria aquella que siempre se reía y además era grande y peluda: Graci-Osa, creía recordar que se llamaba…Sospechaba que no era la primera vez.
No sabía nada de Ana-Purna pero Ale-Jado estaba por algún lugar de casa: perdido en su mundo.

Desolados decidieron denunciar la desaparición. Iban camino de la comisaría de policía cuando, de la tienda de animales, salió Ana-Conda con unos ratoncitos vivos para echar de comer a sus mascotas reptantes. Ana-Conda, que siseaba y escupía un poco al hablar era amiga de su hija. Les dijo que no se preocupasen que no tardaría en regresar. Por lo visto se había saltado las clases para ir a la presentación de un libro.

Y así fue.
A las diez de la noche Ana-Purna entró en casa. Explicó a su familia que había pasado aquel día de San Valentín con su novio yugoslavo Agus-Tito, con el que estaba tan bien, y con unos amigos.
Por lo visto primero habían estado con su amiga Conte-Mplando viendo la magnífica tormenta en la bahía. Se les había unido luego el novio de esta: Tedi-Viertes que se lo pasaba bien siempre con cualquier cosa y siempre les hacía reír.
Y los cuatro juntos habían ido a la presentación de la última novela de la escritora portuguesa: Sara-Mago.
Se trataba de la interesante biografía del hermano gemelo del vigésimo séptimo zar ruso, criado a escondidas en Madeira por un hijo de sangre de Vlad, el Empalador, con Esberth Bathory, escrita en clave anarco-burguesa-progre-revolucionaria-fhassion con el sucinto título:
“Pequeña memoria de Iván-Viniendo: el retorno duplicado desde la ceguera ensayada de la caverna según la lucidez de Jesucristo”.

Así pues, con las cosas aclaradas Paco-Me se sentó para la cena y después que Ana-Purna se hubiese quitado las chirucas y los crampones, que Mari-Quita se hubiera puesto la mascarilla hidratante de noche, que Quim-Ico hubiese recogido sus probetas y con la cabeza de Pío-Jo bien empapada en una loción, sentáronse a la mesa.
Como de costumbre Noa-Cierto sirvió el puré de patatas en los vasos y por el mantel. Pero no pasó nada: era lo normal. 
Las cosas volvían a su sitio después de tanta aventura.

Si es que a veces la vida es tan sencilla…
…pese a Sara-Mago, por supuesto.

*- Nota: Para la confección de esta his-toria han sido necesarios 32 personajes ninguno de los cuales ha sido maltratado.


Ni siquiera Sara-Mago



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