jueves, 7 de julio de 2016

PEREZA DE ORGULLO...MÁS NECESARIO QUE NUNCA

Siempre tuvo la certeza que tenía que ocultarlo y eso le cansaba enormemente. Desde su primera infancia lo sabía. Que tenía que esconderlo también. En aquellos primeros años de vida aún no le ponía palabras ni conceptos. Apenas conocía palabras y conceptos; pero sí que de “aquello” no se podía enterar nadie. En ocasiones no comprendía el motivo, porque para él no era malo: formaba parte de él, no hacía daño a nadie y por tanto no podía ser negativo. Pero no podía decirse. A medida que pasaban los años tenía que adoptar roles procurando que no se descubriese. Hacerlo le empezaba a dar pereza. ¡No le quedaba nada! Le gustaba el teatro pero sólo encima de un escenario aunque no tenía otro remedio que actuar en el día a día. Debía jugar al fútbol con los otros niños, pero el fútbol siempre le pareció una mamarrachada absurda. Con lo cual, sabiendo que atacarían por lo que escondía, no le tocaba otra que jugar con las niñas…a lo que fuera que jugasen las niñas que tampoco le interesaba.
Optó, pues, por observar a los adultos e inventarse sus propios juegos y sus propias historias. Entonces se convirtió en el “raro” cosa que le protegió y lejos de molestarle le hacía sentir “especial”. Pasaban los años y seguía sin tener referentes. Los que aparecían en los medios eran para él tan extraños como monstruos de películas, ya que hacían gala de un “afeminamiento extremo” sólo para ser objeto de mofa de quienes se consideraban “normales”.
Él seguía escondido, observando. Haciendo teatro, inventándose romances con amigas, amplificando un anodino rato de charla o un paseo para que pareciese mucho más... La pereza iba creciendo. Se preguntaba: ¿porqué tengo que esconderlo y mentir si no hace daño a nadie? En la dictadura de hace unos años te encarcelaban por esto, pero ahora ya no ¿porqué tengo que fingir una vida que no es mía? No tenía la respuesta pero lo seguía escondiendo. Durante bastante tiempo el afeminamiento le produjo rechazo. Le preocupaba “tener pluma” y que el resto del mundo lo notase. No era inmune a la homofobia social. “Homofobia”, ¡que palabra! como si ser imbécil pudiera considerarse una fobia. Conocía quienes trataban de ocultarse con una “exageración ridícula de la masculinidad” lo que hacía ver a la legua que eran gais y les convertía en caricaturas patéticas. Tampoco podía ir por ahí. Al final dejó de preocuparse de si tenía pluma o no y de lo que pensaban los otros. Entonces empezó a vivir como quería vivir. Ahí empezó también el…”calvario de la pereza” que se repetía constantemente; sobre todo en el mes de junio. Porque constantemente se le pedían explicaciones de algo tan poco importante como su…”normalidad más normal”:



- “No, a partir de hoy no me voy a poner peluca ni tacones. No me molesta nada que haya quienes lo hagan. Pero como yo soy más desabrido que una farola tiesa a mi una peluca y unos tacones me sientan peor que a un Cristo dos pistolas”. - “Tampoco me gusta Eurovisión, hay canciones que tal vez sí, pero ni siquiera sé cuando es el festival”. - “Que te enteres ahora que me atraen los hombres no quiere decir que me gusten “todos los hombres” ni que me gustes tú. Ya puedes despegar la espalda de la pared. Tampoco me paso la vida buscando sexo. Ser gai no me convierte en un ser “hipersexual salido””. - En una relación entre dos hombres ambos “hacen de hombre”, en una relación entre dos mujeres ambas “hacen de mujer”… - “Que sea gai no quiere decir que necesariamente tenga que haberme infectado del virus del VIH (¿y si viviese con el virus cual sería tú problema?). ¿Cuánto tiempo llevas tú sin hacerte la prueba que lo detecta? ¿Y las del resto de ITS?”. - “No puedo con Alaska. ¿Te gusta a ti Bertín Osborne?..” - “Tampoco me depilo ni hago dieta o deporte para tener un cuerpazo. Ya lo tengo.” - “Me atraen física y afectivamente los hombres. La pederastia es un delito que nada tiene que ver con la homosexualidad. ¿Verdad que también hay pederastas que abusan de niñas y nadie dice que “los heterosexuales sois pederastas”? Pues eso”. - “Sí, me gusta la música de ABBA, Madonna o Cher. También me gusta la de Sopa de Cabra, Milladoiro o Fito y Fitipaldis…” - “Me parece muy bien que tengas “un amigo gai” pero es muy posible que yo no lo conozca: no todos los gais nos conocemos. Tampoco hace falta que me lo presentes que por ser gai no me llevo bien con todos los gais del mundo (¡si yo te contara!). Tengo una amiga hetero, igual la conoces..¿A que es absurdo?” - “Si existiese una definición de “normalidad” universal y unívoca yo no la cumpliría ni ganas. Te aseguro que mi orientación sexual es con diferencia de lo más “normal” que tengo”.



- “Puedo perfectamente ser gai y cristiano sin tener que ser un beato con mantilla que reza rosarios desencarnados y berrea lágrimas a las imágenes de las procesiones”. - No me molesta ni veo contraproducente que en las manifestaciones del Orgullo haya personas que vayan con poca ropa o disfrazadas. Que cada cual viva como quiera. De eso trata la reivindicación del Orgullo: libertad para vivir como cada cual quiera.” - No hay un “Día del Orgullo Hetero” porque a ti no te van a echar del trabajo por serlo, ni en ciertos países te pueden matar por ello, ni en tu barrio se van a girar por la calle cuando vas de la mano de tu pareja…” - “Respeto. La palabra es “respeto”, no “tolerancia”. A mi nadie tiene que “tolerarme” por ser gai. Lo que tienen que hacer es respetarnos y dejarnos vivir como queramos vivir.
Repetir lo mismo una y otra vez le hastiaba cada vez más. Aquella tarde, caminando por la ciudad, se dio cuenta que no podía ser de otra forma hasta que ninguna persona tuviese que esconder ni justificar qué era y a quién amaba.


2 comentarios:

  1. No me cansaré de leerlo!!

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  2. Gracias. No sabes cuanto me gusta que te haya gustado.
    Un abrazo enorme Manu.

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